Posiblemente algunos consideran obsoletos los símbolos, o simplemente piensan que no tienen mayor significado en el quehacer cotidiano y científico del profesional de la Enfermería, sin embargo, sea por tradición o por costumbre, los estudiantes que se inician en el acto del cuidado, razón de ser del ejercicio profesional, expresan un gran interés por estos temas, entre ellos, el significado de la lámpara, la imposición y uso de la cofia, los sellos distintivos, el anillo con el escudo, el uniforme y su color blanco.

Se plantea que aquellos actos tradicionales que realizaban los profesores con los alumnos, estaban sustentados en un voto de confianza, credibilidad, sentido de pertenencia y acogimiento al estudiante de enfermería, dándoles muestra de reconocimiento a sus conocimientos, creatividad, cumplimiento, orden, limpieza, comportamiento profesional y ético como pilares del cuidado. Estos actos académicos convocaban al compromiso ético-espiritual como seres humanos capaces de practicar la justicia, tener respeto, responsabilidad, puntualidad, solidaridad, comprensión, prudencia, optimismo, sinceridad y gratitud. Seres humanos que se proponen ser fieles, tolerantes y honrados con ellos   mismos y con las personas a quienes cuidan.

Al principio las estudiantes no utilizaban uniforme, sin embargo con el paso del tiempo éste consistió en un sencillo vestido de percal y zapatillas cómodas, un delantal a la altura del tobillo de color blanco, como sinónimo de limpieza y pureza. El uniforme significo la integración de un conjunto de cualidades que tienen las profesionales de la enfermería, enfocadas a dar a entender que poseen disciplina y una esmerada atención, hacia sus semejantes, tanto del alma como del cuerpo.

En el libro escrito por Florence “Notas de Enfermería” nos relata hablando sobre el uniforme de las enfermeras, que cuando una agrupación de enfermeras que rompió con las diferencias religiosas (agrupando a católicas, anglicanas y devotas de santos diferentes), cuya asistencia fue fundamental durante la guerra de Crimea. Exigió al gobierno inglés la confección de trajes de tweed gris, cofias de percal y capas de lana más una banda cruzada con el nombre del hospital. Cartas de la época destacan una rebelión de cofias, y el caso de una enfermera que en medio del trajín dijo: “Madam, de haber sabido que me iba a poner esto en la cabeza, nunca hubiera venido; es que esto no favorece a la forma de mi cara”. Una cláusula del manual de estilo prohibía el uso de flores y cintas de colores, aunque daba el visto bueno para llevar bonete de paja durante el verano. En su best seller Notas sobre enfermería (en 1867 tuvo seis ediciones consecutivas en inglés y otras tantas en varios idiomas) hizo severas críticas de los atuendos femeninos de la época: “Cada día es menos práctica y poética, y no se adapta a las necesidades de la vida doméstica, las faldas ampulosas pueden derribar muebles y la crinolina asemejan a sus usuarias a bailarinas de cabaret”. Sobre los zapatos, agregó que “las suelas hacen tanto ruido que pueden provocar en los enfermos efectos adversos y contrarrestar el efecto de las mejores medicinas”.

Aunque muchas voluntarias fueron expulsadas por ebriedad y conducta cuestionada por la jefa, al final de la guerra su número superó el centenar. Las improntas de las chicas Nightingale llegaron también a Estados Unidos, Canadá, Australia, Alemania, la India y asilos de lunáticos de todo el mundo, y las capitas fueron las prendas más copiadas por las posteriores asociaciones de enfermeras.

Sobre la utilización de la Cofia en el medio sanitario hay varias versiones. Una de ellas es la estrecha relación que tiene la sanidad con las órdenes religiosas. Monjas y frailes fueron los primeros profesionales de la enfermería en la lejana Edad Media y en las primeras llevaban hábitos que cubrían desde la cabeza hasta los pies su cuerpo, dejando a la vista cara y manos. Las monjas hospitalarias pronto se vieron desbordadas de trabajo y acudieron a las seglares para ayudar en los múltiples trabajos que tanto entonces como ahora es preciso hacer en un hospital.

Naturalmente aquellas seglares no tenían ninguna relación religiosa. Es más, la mayoría incluso eran presas que cumplían sus penas en aquellos primitivos hospitales, y de alguna manera había que vestirlas teniendo en cuenta la moralidad exigida en la época y más en cuenta aún el serio trabajo a realizar, tan cerca de la gracia de Dios.

Suponemos que las monjas hospitalarias de la época no se habrán complicado mucho la vida para diseñar los “uniformes” de momento y lo más fácil para ellas y, además, garante de la moralidad evitando la coquetería femenina, era obligar a las seglares a cubrir sus cabezas con grandes tocas lacias, sin almidonar, después fueron almidonándose e incluso se fueron haciendo diversos diseños, siguiendo designios de la moda del momento, como pueden verse en diversos lienzos y grabados que han llegado hasta nuestros días gracias a famosos pintores.

Otra versión es la de que para distinguir a una “enfermera” de una “mujer de la vida” en sus rondas nocturnas camino de atender a algún enfermo en su domicilio, se ideo que las “enfermeras” llevaran una cofia almidonada en forma de cono, de color blanco y portaran siempre un farol con una llama encendida.

Otra versión más, la más generalizada, es la costumbre muy extendida en toda Centro Europa de cubrir la cabeza con peculiares diseños de tocas almidonadas y cofias de puntilla, ganchillo, etc. y diversas formas. Habitualmente se utilizaban para las faenas del hogar o del campo, guardando las más vistosas y perfectamente almidonadas para exhibir los domingos y festivos. Era una prenda tenida en más consideración en el norte y centro de Europa que en los países del sur, que siempre fue entendida como una prenda de trabajo y no como un tocado de adorno femenino.

En la Edad Media la mujer solía llevar grandes cabelleras y éstas dificultaban el trabajo, por lo que era imprescindible esta prenda y más aún si estamos hablando del trabajo en aquellos hospitales llenos de gente, humo de las linternas, parásitos, etc., y también como distintivo de quien está como trabajadora y quien no trabaja en el hospital.

Quizá ya desde aquellas lejanas épocas se trataba de dar, también, un sentido de distintivo característico de la profesión como “hospitalarias” no refiriéndose a las religiosas.

De todas las maneras en la Edad Media y posteriormente hasta casi principios del siglo XX, la cofia era una prenda que se utilizó con profusión en cualquier trabajo de los que se entendía como propios de la condición femenina: cocinera, doncella, “hospitalaria”, ama de leche, planchadora, institutriz, camarera, etc. Prueba del arraigo que ha tenido esta prenda es la diversidad de modelos que se exhiben en la región de Bretaña (Francia) hoy como prenda más del traje típico.

Poco a poco su uso se ha ido relegando al ámbito sanitario y es raro no asociar la palabra hospital a enfermera y ésta a delantal y cofia.

La revolución que se produce a MEDIADOS DEL SIGLO XIX, en la práctica médica tiene un efecto profundo sobre los cuidados de la salud. Por la misma época, FLORENCE NIGHTINGALE después de la guerra de Crimea a su vuelta a Gran Bretaña crea la PRIMERA ESCUELA DE ENFERMERÍA.

SIGNIFICADO DE LA PALABRA “UNIFORME”

El UNIFORME según el Diccionario Ilustrado de la Lengua Española, es un vestido peculiar y distintivo que usan los individuos pertenecientes a un mismo cuerpo, a un mismo colegio y que tiene la misma forma.

El uniforme significa el conjunto de cualidades que tienen las profesionales de la enfermería, enfocadas a dar a entender que poseen disciplina y una esmerada atención límpida hacia sus semejantes, tanto del alma como del cuerpo.

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